Come pollo agarrado a puras manos, disfruta un helado en plena calle, comparte con las amigas de sus hijas, cruza una vía en chancletas y pasa por la caja cuando entra al supermercado.
Obama se divierte y se ejercita y no le avergüenza que lo vean llorar. Acepta que ser el Presidente no lo pone por encima de nadie, como enseña el poeta Walt Whitman en Hojas de Hierbas. “Eso es una bagatela...”
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